sábado, 31 de octubre de 2015

Una Historia de Halloween.

Hay muchas historias que se cuentan por halloween pero seguro que esta no la habréis escuchado nunca. Es la historia de un chico que quiso curiosear demasiado.
George era demasiado curioso. Siempre que tenía la oportunidad buscaba sin descanso la respuesta a aquello que le inquietaba. Hacía ya un par de meses que se habían instalado a vivir en el tercer piso, una pareja. El chico era alto y delgado, con la cabeza rapada. Su mujer era bajita con cara de persona estirada. No hablaban mucho y durante todo el día no estaban en casa. Solo se les oía por la noche. Cuando subían por las escaleras hacían mucho ruido, como si subieran paquetes enormes que no cupieran por la escalera. De vez en cuando se oían golpes en la parte trasera, donde estaba la terraza, como de maquinaria para hacer bricolaje. Ha George esos golpes le hacían imaginarse al vecino haciendo todo tipo de cosas macabras. Los hermanos de George le advirtieron que dejara de imaginarse cosas y que solo se preocupara de si mismo. Pero él no les hizo caso.
Una tarde lluviosa, George, decidió subir al tercer piso para averiguar que es lo que hacía exactamente su vecino por las noches en la terraza. Cogió una linterna y un palo de selfie para defenderse si era necesario. Subió despacio las escaleras. Estaban llenas de polvo y arena, como si hiciera muchísimo tiempo que nadie las usara. En las paredes se podían ver surcos quizá echos con los paquetes que subían por las noches. Cuando llegó a la puerta llamó con suavidad dando unos golpecitos. Nadie contestó pero la puerta se abrió. Dudando, George, decidió entrar con cautela. Sujetando el palo con fuerza entró al piso. Estaba oscuro. Las persianas estaban bajadas y el ambiente olía a humedad y cerrado. Para poder ver mejor encendió la linterna. Estuvo observando lo que había a su alrededor. Todo parecía normal pero se dio cuenta de que todo estaba lleno de polvo, telarañas y demás cosas. El piso estaba como abandonado. Parecía que ahí no viviera nadie. Más adelante encontró una puerta. Cuando la abrió se dio cuenta de que estaba en la terraza, el lugar de donde siempre se escuchaban golpes por la noche. Era una habitación grande con unos amplios ventanales cubiertos con cortinas. Con la luz de la linterna vio que habían muchas estanterías y en ellas habían innumerables frascos de cristal de todos los tamaños. Cuando se hubo acercado lo suficiente vio que en su interior flotaban trozos de algo. A lo mejor de algún animal. Cual fue su sorpresa cuando en vez de ver a un animal muerto vio una mano humana. En cada frasco había una parte diferente. En unas manos. En otras pies. Y así todas las que allí habían.
En el centro de la terraza presidia una enorme mesa manchada de sangre.
A George todo eso le aterró y quiso salir corriendo pero ya era tarde. El sol se había puesto. Y con cara de terror vio una sombra que le dijo: Truco o trato? Y la puerta se cerro.
Al día siguiente los vecinos se habían mudado y de George no se supo ya nada. Quien sabe, a lo mejor aprendió la lección y dejó de ser tan curioso. Vosotros que diríais?



¡¡¡Feliz Halloween!!! Y felices pesadillas.

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